En las últimas semanas, impactantes imágenes captadas por drones y observadores costeros mostraron una escena tan fascinante como inquietante: orcas acechando a ballenatos en aguas del Golfo Nuevo, más precisamente en la zona de El Doradillo, al norte de Puerto Madryn. Esta interacción entre dos de los animales más emblemáticos del ecosistema marino patagónico ha despertado gran interés científico, turístico y público.
Para comprender este fenómeno, dialogamos con el Dr. Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB), quien aportó datos clave sobre estos encuentros que, aunque parecen recientes, no son tan nuevos como creemos.
“No es algo nuevo, pero ahora lo vemos más”
“La interacción entre orcas y ballenas francas existe desde hace décadas. Lo que ocurre es que ahora hay más gente mirando y más drones volando, entonces los registros son más frecuentes”, explicó Sironi. De hecho, un análisis histórico realizado por el ICB en base a observaciones entre los años 1970 y 2000 documentó 112 encuentros entre ambas especies en las aguas de Península Valdés.
Sin embargo, el dato llamativo es que solo en el 11% de esos encuentros (12 casos) hubo ataques reales con mordeduras y sangre en el agua. “Las orcas pasan cerca de las ballenas muchas veces sin atacarlas. No siempre cazan: quizás ya comieron o simplemente no tienen hambre en ese momento”, aclaró el investigador.
¿Por qué las orcas atacan tan poco a las ballenas?
Si bien las ballenas francas forman parte de la dieta de las orcas, no son su presa preferida. Las razones, según Sironi, tienen que ver con la complejidad del ataque. “Una ballena es un animal enorme, y aunque un ballenato es más vulnerable, está protegido por su madre. Cazarlas implica un gran esfuerzo y riesgo, en comparación con lobos o elefantes marinos, que son más accesibles”.
En ese sentido, recordó que las orcas de Península Valdés son mundialmente reconocidas por su técnica única de varamiento intencional, una estrategia extremadamente precisa para capturar crías de lobos marinos en las playas de Punta Norte y Caleta Valdés.
¿Por qué ahora se las ve en El Doradillo?
Otra inquietud creciente es por qué las orcas han sido vistas en zonas como El Doradillo, típicamente asociadas con la calma del avistaje costero de ballenas. ¿Están cambiando sus territorios?
“Todo es mucho más fluido de lo que creemos”, responde Sironi. Explica que tanto las ballenas como las orcas modifican su distribución según las condiciones del ambiente, la disponibilidad de alimento y las presiones ecológicas. “En los 70 y 80, las ballenas criaban mayoritariamente en la costa externa de la Península, cerca de Punta Norte, donde justamente hay más orcas. Con el tiempo se trasladaron a los golfos, posiblemente buscando lugares más seguros para parir y criar”.
Asimismo, recuerda que el aumento de la presencia humana con cámaras, drones y tecnología también amplifica la percepción de frecuencia: “Lo que antes pasaba y no se veía, ahora se registra en imágenes de altísima calidad y se difunde rápidamente”.
Imágenes que valen oro científico
Sironi aprovechó para destacar la importancia de quienes registran estas escenas, como el fotógrafo Maxi Jonas o la investigadora Nicole Lewin, quienes han logrado documentar momentos únicos.
“Cada imagen es una fuente de información valiosísima. Gracias a ellas podemos comprender mejor los comportamientos, planificar estrategias de conservación y despertar el interés público en la fauna marina”, resaltó el científico.
Un mensaje final
Más allá del espectáculo natural que pueden representar estos encuentros, Sironi dejó un mensaje claro: “Estas interacciones son parte del equilibrio natural del ecosistema. No se trata de buenos o malos, de víctimas o villanos. Se trata de dos especies increíbles, adaptadas a sobrevivir en un mismo ambiente, y que nos enseñan todos los días lo compleja y fascinante que es la vida marina”.