Por Vanina Botta – Médica (UNR), especialista en Psiquiatría y en Medicina Legal y Forense
Septiembre es un mes especial por muchas razones, pero particularmente porque ha sido designado como el “Mes Amarillo”, dedicado a la concientización sobre la prevención del suicidio. Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una fecha que invita a reflexionar sobre este tema tan complejo y sensible.
En 2024, Argentina registró 4.294 muertes por suicidio, lo que equivale a una vida perdida cada dos horas. Se trata de la cifra más alta en los últimos años, y detrás de cada número hay una persona que sufrió intensamente y no encontró salida a su dolor.
El suicidio no suele ser el resultado de un único evento, sino de múltiples factores que se entrelazan: trastornos de salud mental como la depresión, la esquizofrenia, el trastorno bipolar o los trastornos de la conducta alimentaria; el consumo de sustancias como el alcohol y las drogas; el aislamiento social; la falta de redes de apoyo; antecedentes familiares de suicidio; haber sido víctima de abuso, violencia o trauma; y factores del mundo digital, como el ciberacoso, el ciberbullying o la ciberludopatía.
También existen situaciones puntuales que, frente a una crisis emocional intensa, pueden desencadenar una conducta suicida impulsiva. Pero en la mayoría de los casos se trata de un proceso en el que la persona atraviesa distintas fases: conflicto interno, desesperación, desesperanza, síntomas como ansiedad, depresión, insomnio, irritabilidad y una sensación profunda de ser una carga para los demás. En este contexto, la soledad y el sufrimiento pueden volverse intolerables.
Es clave comprender que la persona que contempla el suicidio no desea morir, sino dejar de sufrir. Por eso, hablar del suicidio no lo incentiva, como erróneamente se cree, sino que puede abrir una puerta de ayuda y contención.
Durante septiembre, la campaña del “Mes Amarillo” busca romper el silencio, escuchar sin juzgar, promover la empatía y alentar a pedir ayuda profesional. Detectar señales de alerta en nosotros mismos o en otros —como tristeza persistente, cambios de ánimo, aislamiento, falta de interés por actividades cotidianas, desesperanza— debe ser motivo de consulta y acompañamiento.
Hay salida, y no hay que transitar el dolor en soledad. Siempre hay alguien dispuesto a escuchar, y profesionales preparados para brindar apoyo. Prevenir el suicidio es posible si generamos conciencia, si escuchamos con ternura, si abrimos espacios para hablar y si intervenimos a tiempo.
Si vos o alguien que conocés necesita ayuda, no estás solo.
Líneas de asistencia:
📞 0800-999-0091 (Programa Nacional de Prevención del Suicidio)
📞 0800-345-1435 (Red Nacional de Prevención del Suicidio)
Hablar puede salvar una vida. Este septiembre, seamos parte del cambio.