Desde antes de que iniciara la actual gestión nacional se esgrimió como prioridad el orden de la macroeconomía y el innegociable equilibrio fiscal. Todo ello bajo una frase contundente: ¡No hay plata!
Sin embargo, vemos con preocupación que algunos principios están siendo trastocados: hay plata, pero para algunos, y el equilibrio fiscal en tiempos electorales parece que sí puede ponerse como moneda de cambio.
En los últimos días hemos asistido al anuncio para la rebaja permanente de retenciones para el sector del campo, incluso para cultivos commoditties como la soja. Lo cual implica una erogación importante que debe sacrificar el Estado a favor de la producción y la generación de divisas.
En contraposición, se hizo oídos sordos al reclamo de muchas pymes de la Patagonia que vienen solicitando desde hace años la compensación de la Zona Desfavorable en los convenios colectivos de trabajo.
Funcionarios del área de pymes incluso llegaron hasta la provincia para escuchar las propuestas y prometieron impulsar el debate a través del Congreso de la Nación. Esto no sólo no ha ocurrido, sino que la respuesta desde lo más alto del poder para la Patagonia fue: “Compitan”.
Lo que revela aquello es que el gasto y el equilibrio tienen sus prioridades y por lo general siempre están concentradas desde Buenos Aires, hacia los grandes centros urbanos de la Pampa Húmeda. Lo otro, es el interior, o el sur, o los campos despoblados donde se puede instalar una cárcel de máxima seguridad para correr a los narcos o los desterrados.
La lógica outsider que dice aplicar el Gobierno debe valer para todos los casos por igual, de lo contrario se profundizan aún más las asimetrías productivas. Porque funcionar en base a la periodicidad de las elecciones de acuerdo a las regiones donde más votos pueden recolectar, es una receta muy conocida: es la que siempre se aplicó y ahí está claro que la Patagonia siempre estuvo olvidada.
Competir en una economía libre es lo que más quiere un empresario pyme. Pero en una actividad plagada de normativas, con una presión fiscal aplastante y costos de producción que llegan a ser hasta 40% más importantes producto de una política de centralización, hacen que la competencia sea desleal.
La motosierra está llegando a las pymes de la Patagonia. Costos, alquileres, servicios que se multiplican hasta por 10, falta de acceso a financiamiento y problemáticas que se agudizan.
Hoy el combustible ya está igual que en la Capital Federal, no hay reembolsos y los regímenes industriales están todos caídos.
Las empresas de la Patagonia no están pidiendo un plan, un subsidio o ayuda social. Solicitan un igual trato, para que la producción y sus costos se igualen y la actividad comercial y productiva pueda ser posible.
Bajo las actuales condiciones lo más probable es que resulte lo que tanto se propugna: la supervivencia del más fuerte. El problema es que en Chubut y gran parte de la Patagonia, suelen subsistir los más débiles: más de un 90% son pymes o empresas familiares.
Y el dato que no deben dejar pasar las autoridades: gran parte del empleo formal surge de estas pequeñas y medianas empresas.
Pero para ello se necesita seguir con vida y en este contexto se está haciendo cada vez más difícil.