Los ofiuroideos, un grupo de equinodermos marinos emparentado con las estrellas de mar, están presentes en todos los océanos y a todas las profundidades, lo que los convierte en un modelo ideal para estudiar cómo se distribuye la biodiversidad, cómo evolucionan las especies y cómo se conectan los diferentes ecosistemas a lo largo del tiempo. A través del análisis del ADN de cientos de especies y su distribución, un equipo internacional reconstruyó su historia evolutiva y reveló que las especies actuales representan apenas una parte del legado genético que alguna vez existió. Del trabajo, publicado en la prestigiosa revista Nature, participó Martín Brogger, investigador del Instituto de Biología de Organismos Marinos (IBIOMAR, CONICET), con base en el CENPAT de Puerto Madryn.
Los resultados de este estudio permiten comprender mejor cómo se originaron los patrones de biodiversidad que se ven hoy en el océano profundo y resaltan la importancia de proteger cada región de manera específica. “Cuando conservamos un ambiente marino, estamos preservando no solo un hábitat, sino también un linaje genético único, fruto de una historia evolutiva irrepetible”, señala el investigador.
El estudio, liderado por un grupo de investigación australiano con colaboración de investigadores de Argentina, Chile, México, Estados Unidos, diversos países europeos, Sudáfrica, Japón y Nueva Zelanda, revela que en los ambientes abisales del océano –es decir, las zonas más profundas, que se caracterizan por ser oscuras, de baja temperatura y alta presión-, las especies presentan linajes genéticos compartidos aún entre regiones separadas por miles de kilómetros, como entre el Atlántico Norte y el sur de Australia, mostrando una conectividad evolutiva a escala global. En cambio, en las zonas intermedias y costeras, donde las barreras térmicas y geográficas limitan los intercambios genéticos, los linajes son más regionalizados y mantienen ensamblajes exclusivos, evidenciando identidades biológicas diferenciadas por millones de años de evolución, especiación y extinción.
“El trabajo muestra que más del sesenta por ciento de las especies de ofiuroideos se han extinguido, dejando un mosaico de linajes aislados, adaptados a condiciones muy específicas. Cada ambiente marino profundo alberga ensambles únicos de especies que no se repiten en ningún otro lugar del planeta”, explica Brogger, y agrega que “esto pone en evidencia la singularidad de cada bioma y la necesidad de priorizarlos individualmente en las estrategias de conservación”.
Tal como explica el investigador, aunque hay conectividad en zonas abisales, esta no alcanza para homogeneizar la biodiversidad: cada región mantiene su identidad biológica, resultado de millones de años de evolución, especiación y extinción. “Esto se traduce en una alta diversidad genética y en una fuerte diferenciación regional entre especies”, advierte.
Rompecabezas oceánico
El estudio demuestra que la biodiversidad del océano profundo no es uniforme ni replicable. Comprender estos patrones de distribución es clave no solo para la ciencia, sino también para el diseño de políticas de conservación marinas efectivas a escala regional y global. Argentina, por ejemplo, por su extensión latitudinal y batimétrica, concentra una gran diversidad de ambientes marinos, desde la plataforma continental hasta las llanuras abisales. “Nuestro país se presenta como un verdadero rompecabezas oceánico, con un mosaico de biomas singulares que representan un patrimonio biológico de altísimo valor”, agrega Brogger.
El científico argentino aportó datos clave del Atlántico Sur profundo para el trabajo. Las muestras analizadas provienen de campañas oceanográficas realizadas en la plataforma y el talud del Mar Argentino y de la Antártida, e integran las colecciones biológicas del Instituto de Biología de Organismos Marinos y del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN). “Este estudio no hubiera sido posible sin las colecciones biológicas, que constituyen una infraestructura científica estratégica. Su disponibilidad permitió incorporar datos esenciales de regiones poco muestreadas, como el Atlántico Sur profundo”, afirma Brogger.
La incorporación de estos registros permitió incluir al análisis global una de las regiones más extensas y menos exploradas del planeta. Además de resaltar el valor estratégico del Atlántico Sur en redes científicas internacionales, el trabajo pone en evidencia la necesidad de fortalecer, digitalizar y preservar las colecciones naturales nacionales.
Referencia bibliográfica:
Spatiotemporal faunal connectivity across global seafloors. 2025. TD. O’Hara, A.F. Hugall, M.L. Haines, A.A.-T. Weber, A. Eichsteller, M.I. Brogger, M. Eléaume, T. Fujita, J.A. Kongsrud, P. Martinez Arbizu, S. Mills, J. Olbers, G. Paulay, F. Ramil, S. Samadi, Ch. Sands, J. Sellanes, F.A. Solis-Marin & A. Moussalli.