El Dique Florentino Ameghino —una de las principales generadoras de energía eléctrica de la región—, habitan poco más de 160 vecinos que enfrentan una realidad casi irónica: pagan las tarifas eléctricas más altas del país, a pesar de vivir a metros de donde se produce la energía que mueve miles de hogares y comercios.
Raúl de Domingo, jefe comunal del Dique, comparte en exclusiva las dificultades que atraviesa la comunidad. “Pago la luz más cara que en muchas ciudades grandes”, comenta, describiendo que para calefaccionar su hogar durante los meses de invierno puede llegar a recibir facturas de hasta 300 mil pesos mensuales. Un monto exorbitante para una vivienda modesta de apenas 60 metros cuadrados, que además se repite en comercios locales, afectando la viabilidad de pequeños emprendimientos turísticos y de servicios.
¿Por qué ocurre esto? La explicación radica en la compleja cadena de intermediarios que existen entre la generación de energía y su consumo final. La cooperativa local, que distribuye el servicio, compra la electricidad a proveedores provinciales, que a su vez la adquieren de empresas mayoristas, sumando costos en cada paso y encareciendo el precio para el usuario final. Este “pasa mano” burocrático deja a los residentes del Dique en una situación insostenible.
Además, el Dique no cuenta con gas natural, por lo que la calefacción depende exclusivamente de la electricidad y el uso de garrafas, cuyo precio también es elevado. Esto encarece aún más la vida diaria y limita el desarrollo turístico, una de las principales fuentes de ingreso local, que se reduce a una temporada corta y poco rentable.
De Domingo remarca que ya se han iniciado conversaciones con autoridades provinciales para renegociar el contrato de suministro eléctrico y buscar subsidios temporales durante los meses más fríos. Sin embargo, la solución definitiva pasa por modernizar la infraestructura, mejorar las redes y, sobre todo, asegurar que quienes generan la energía no sean los que más sufren sus costos.
