Meseta patagónica, donde los caminos se extienden entre estepas y el viento marca el ritmo de los días, la figura de la enfermera Valeria Currumil se ha convertido en un pilar de la comunidad. En el Día Internacional de la Enfermería, su historia representa el espíritu de servicio, el compromiso silencioso y la resiliencia de los profesionales de la salud que trabajan en los rincones más aislados de nuestro país.
Valeria, licenciada en enfermería y nativa de Cerro Cóndor, lleva más de 20 años vinculada a la atención sanitaria en la región. Comenzó como agente sanitario, luego se formó como trabajadora comunitaria y finalmente como enfermera, desempeñando hoy su labor en el Centro de Atención Primaria (CAP) de su localidad natal. Su matrícula provincial, 1801, es mucho más que un número: es el reflejo de una trayectoria de entrega en un territorio donde la salud muchas veces depende más del esfuerzo humano que de los recursos disponibles.
El CAP de Cerro Cóndor atiende a cerca de 100 personas, entre pobladores del pueblo y habitantes de la zona rural. Valeria trabaja sola como enfermera, acompañada únicamente por un trabajador comunitario, y recibe asistencia médica apenas una vez al mes desde Paso de Indios, a más de 60 kilómetros de distancia. No cuentan con ambulancia ni vehículo oficial, y las condiciones climáticas —con rutas complicadas en invierno y cortes de energía— añaden complejidad a cada jornada.
Aun así, Valeria no se queja. Todo lo contrario. “Amo mi profesión y amo estar en este lugar”, expresa con convicción. Su elección de regresar a Cerro Cóndor tras capacitarse en otras localidades habla de una vocación profundamente arraigada, de una conexión con su comunidad que trasciende la práctica médica.
Además de curar y prevenir, Valeria también informa, organiza campañas de vacunación, estabiliza pacientes y coordina derivaciones. Utiliza la radio local y una conexión de Wi-Fi como principales herramientas de comunicación con la comunidad. Incluso han logrado instalar recientemente un equipo de radio para emergencias, una solución vital ante los frecuentes cortes de luz que interrumpen otras formas de contacto.
“Mi comunidad se siente bien atendida porque los entiendo, los conozco desde chicos, compartimos la historia del lugar”, dice, reconociendo que su presencia en el pueblo no solo brinda salud, sino también confianza, cercanía y contención.
La historia de Valeria Currumil es también la de muchas otras enfermeras rurales que, lejos del bullicio urbano y de los hospitales equipados, trabajan con lo que hay: vocación, voluntad y conocimiento. Por eso, en este 12 de mayo, su figura merece ser destacada no solo como profesional de la salud, sino como referente comunitaria en uno de los territorios más desafiantes de Chubut.
Hoy, mientras en distintas partes del país se homenajea a las y los enfermeros, en Cerro Cóndor hay una razón concreta para celebrar: Valeria. Una mujer que eligió volver, que eligió quedarse, y que, día tras día, hace posible el derecho a la salud en la Patagonia profunda.