Con la flota langostinera amarrada y las plantas procesadoras virtualmente paralizadas, la economía local comienza a resentirse. La falta de actividad en uno de los sectores más dinámicos de la ciudad repercute directamente en el comercio, los servicios y el empleo.
Desde que concluyó la temporada en aguas provinciales a mediados de marzo, toda la cadena productiva del langostino entró en un estado de hibernación. Las plantas de procesamiento apenas sostienen una actividad mínima, limitada al reproceso de colas de producción no vendidas, mientras intentan cubrir los costos de garantía horaria del personal efectivo. En tanto, el personal eventual y de temporada no ha sido convocado, ya que no hay materia prima para trabajar.
La situación se agrava porque mayo transcurre sin señales de reactivación, y los indicios apuntan a que la zafra podría no comenzar ni en junio ni en julio. En este contexto, la pesca del calamar, que sí tuvo un buen desempeño, no logra compensar la caída del langostino, ya que buena parte de la flota ha optado por descargar en puertos de la provincia de Buenos Aires.
El impacto también se extiende a la logística y los servicios conexos: proveedores sin pedidos, estibadores sin carga, talleres con poca o nula actividad. Toda la estructura operativa que mueve la pesca del langostino está detenida. El movimiento económico que normalmente generan las tripulaciones, los obreros de planta y los actores indirectos del sector se ha interrumpido, dejando al comercio local sin una de sus fuentes clave de consumo durante el invierno.
El 17 de marzo se abrió formalmente la posibilidad de pescar langostino fuera de la zona de veda de merluza, pero solo un buque congelador salió a pescar. El resto de las embarcaciones, tanto de pequeños armadores como de grandes grupos empresariales, permanecen en puerto. El argumento es claro: con los actuales costos laborales, pescar no es rentable. Según empresarios del sector, dejar los barcos parados genera menos pérdidas que salir a pescar en estas condiciones.
A esta situación se suma la negativa de cinco cámaras empresarias que agrupan a los fresqueros de altura, tanto de Mar del Plata como de la Patagonia, que comunicaron formalmente que no están dadas las condiciones para iniciar la temporada de langostino. En una señal contundente a los sindicatos marítimos, anunciaron que se trabajará bajo convenio colectivo, dejando atrás el sistema de pagos variables conocido como “la tablita”. Además, reclaman una reformulación del Plan de Manejo del Langostino, sin que hasta ahora hayan obtenido una respuesta favorable del Consejo Federal Pesquero.
Otro obstáculo para el arranque de la temporada es el desacuerdo en torno al precio del langostino. Las plantas procesadoras de Chubut no están dispuestas a pagar más de 1,80 dólares por kilo, valor similar al que se abonó en la banquina durante la temporada provincial. Para los armadores de fresqueros, esa cifra hace inviable la operación de los barcos “colorados”, ya que no cubre los costos básicos de faena.
Frente a este panorama, la esperada prospección prevista para el 28 de mayo no despierta demasiado optimismo. Los buques congeladores ya han ratificado que no participarán si no se firma antes una rebaja del 30% en los sueldos proporcionales por producción. El conflicto entre empresarios y gremios, sumado a la falta de rentabilidad y a la rigidez en la política pesquera, podría derivar en una temporada fallida.