El empresario chubutense Raúl Cereseto participó recientemente de un vuelo oficial con la Prefectura Naval Argentina para sobrevolar la zona de la milla 201, en la frontera marítima del país. El objetivo: observar de primera mano la actividad pesquera extranjera en aguas internacionales y contribuir al debate sobre una problemática que afecta tanto a la soberanía como a la biodiversidad marina.
La “ciudad de las luces” que flota frente a la Patagonia
Desde el aire, lo que aparece ante los ojos no es solo una flota dispersa, sino una verdadera ciudad flotante iluminada por potentes reflectores. “Vimos más de 300 buques operando, la mayoría poteros —embarcaciones especializadas en la pesca de calamar— con luces encendidas que crean un juego de sombras para atraer a los cardúmenes”, relató Cereseto. Lo impactante no es solo la cantidad, sino el origen: más del 80% eran buques de bandera china, seguidos por embarcaciones españolas, portuguesas y de otras nacionalidades.
Cereceto explicó que esta flota no regresa a puerto por meses o incluso años. “Los reefers, barcos de abastecimiento, les llevan víveres, combustible y descargan las capturas en alta mar. Eso les permite operar de forma continua, sin necesidad de volver a tierra”, detalló.
¿Pesca legal o ilegal?
Técnicamente, los buques se encuentran fuera de la jurisdicción argentina, por lo tanto, su actividad no puede ser considerada ilegal desde un punto de vista jurídico. Sin embargo, el empresario fue tajante: “Aunque estén en aguas internacionales, el daño a la biodiversidad es inmenso, y la competencia es desleal. Pescan los mismos recursos que nosotros y los venden en los mismos mercados, pero sin ningún tipo de regulación ni control ambiental”.
En el mar argentino, la pesca está regulada por estrictas normativas: vedas biológicas, fechas de apertura y cierre, control de pesca incidental y presencia de observadores a bordo. Del otro lado de la milla 200, todo es distinto. “No hay observadores, ni regulaciones, ni restricciones. Es una pesca intensiva sin límites que depreda los recursos naturales”, advirtió.
¿Qué se puede hacer?
La pesca en alta mar está regulada por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR), que establece obligaciones para los Estados ribereños —como Argentina— y para los Estados de pabellón —aquellos bajo cuya bandera navegan los buques. Sin embargo, Cereseto denunció que “los países de pabellón no cumplen sus obligaciones y no controlan a sus flotas”.
Como posible solución, el empresario propone avanzar hacia un modelo cooperativo internacional: “Podríamos trabajar con otros países para crear una zona de vigilancia desde la milla 200 hasta la 250. Para eso, necesitamos integrar organismos multilaterales que regulen la pesca en alta mar”.
Presencia estatal y necesidad de política a largo plazo
Raúl Cereceto destacó positivamente el rol de Prefectura Naval en el control de las aguas jurisdiccionales: “Lo que vi fue un Estado presente, con buena tecnología y vigilancia efectiva dentro de los límites argentinos”. Sin embargo, insistió en que es imprescindible abordar el desafío de la pesca en aguas internacionales con estrategias más ambiciosas y cooperación multilateral.
La conversación sobre la pesca en la milla 201 no es técnica ni lejana: se trata de proteger un recurso vital para el desarrollo económico de la Patagonia y para garantizar la sustentabilidad de los ecosistemas marinos. Mientras tanto, la ciudad de las luces sigue creciendo frente a las costas argentinas, iluminando no solo el calamar, sino también la urgencia de un debate profundo sobre soberanía, ecología y justicia económica.