Leonor Espinosa, referente del sector en la región patagónica, trazó en diálogo con este medio un panorama alarmante: “Estamos mal, cada vez peor”, resumió.
El último incremento salarial del sector fue acordado en febrero, y desde entonces no hubo nuevos avances. Las paritarias, que deberían realizarse cada tres meses, aún no fueron convocadas. “A mayo no hubo aumento, y por lo que sabemos, recién en junio podría haber novedades”, explicó Espinosa.
A esta falta de actualización salarial se le suma un problema aún más grave: la falta de empleo. Espinosa cuenta que dentro del grupo de trabajadoras que coordina —que supera las 90 personas—, al menos la mitad están desocupadas o trabajando en condiciones informales. “Hay muchas que ni siquiera consiguen trabajo por horas”, señaló.
El sueldo actual de una trabajadora en blanco que cumple una jornada completa de 48 horas semanales ronda los 500.000 pesos, mientras que quienes trabajan de manera parcial reciben cerca de 274.000 pesos mensuales. A esto se le suma el adicional por zona desfavorable, que representa un 30% extra del salario para las trabajadoras desde Neuquén hacia el sur.
Sin embargo, los números no alcanzan. “La situación está muy complicada. Muchas familias recortan gastos y el primer lugar donde ajustan es con nosotras”, afirmó Leonor. Esto implica reducción de horas, sueldos más bajos y menos estabilidad para las empleadas domésticas.
El impacto social de esta crisis es cada vez más evidente. “Cada vez hay más gente en los comedores, más familias pidiendo comida. Y muchas chicas jóvenes, incluso con estudios, terminan limpiando casas porque no hay otro laburo”, lamentó.
En cuanto a la representación gremial, Leonor asegura que ya cuentan con el número de personas necesario para formar una delegación local del sindicato, pero aún no hay quien asuma ese compromiso. “No es fácil, hay que estar preparado. Falta alguien que tome el mando”, concluyó.